El martes se celebró el día del Orgullo LGBT, o del Orgullo
Gay, tal y como se resume en los círculos coloquiales. Es difícil
acordarse de todas las siglas que deberían sumarse a ese primer término,
aunque finalmente todo viene a decir que cada uno quiera a quien
quiera, que sea libre.
Una vez el arzobispo de Toledo dijo que los pelirrojos y los zurdos
son «criaturas de Satán», y no se me ocurrió otra cosa que bromear con
una amiga, madre de un niño pelirrojo que todavía no sabe escribir, que
si sale zurdo le espera buena. Estos «hombres de Dios» y el corazón
podrido tienden a señalar a lo diferente con una facilidad alarmante.
Los pelirrojos son hijos de Satán, los zurdos también y los gays tampoco
se libran.
Con todo el tema de las «mil» siglas he aprendido una cosa, y es que
soy «heteroaliada», o heterosexual que apoya a la comunidad LGBTIQ+.
Estoy orgullosa de tener familiares y amigas con sexualidades diversas,
estoy orgullosa de ellos porque no se han escondido ante las miradas
acusadoras y las risitas que todavía se oyen. Un apasionado beso en
medio de un bar, caricias en la calle, pasear agarrados de la mano,
publicar una declaración de intenciones en las redes sociales, una boda
al estilo católico solo que con un excura y fuera de una iglesia, decir
«no es mi amiga, es mi novia»... como haría cualquier pareja
heterosexual bien vista por la sociedad.
La mejor arma contra esos ataques gratuitos es el amor; eso es lo que
mueve el mundo y es capaz de derribar cualquier muro. Y como canta Mägo
de Oz, «el que quiera entender que entienda».
Publicado en Gara