Ayer iba por el boulevard de Donostia, embalada hacia Natura pensando en un cojín de esos para dormir en los viajes. Esa zona y la plaza Gipuzkoa siempre está llena de voluntarios intentando que la gente colabore con su causa. Ayer les tocó a los de Acnur. Y un chico me cazó. Yo no soy capaz de decir que tengo prisa cuando en realidad me voy de compras, así que me paré a escuchar lo que tenía que decir pensando en como decir que no me interesa sin quedar mal, y sobre todo sin sentirme mal. Otras veces como con Médicos Sin Fronteras, Green Peace o Cruz Roja se acercan pidiendo un euro al día, que aunque de verdad es muy poco, para mi economía es mucho. Así que se tienen que conformar con que me lleve los folletos y los lea. De verdad que los leo, y me siento todavía peor.
Pero el chico de Acnur me convenció. Se supone que es una ONG de la ONU que ayuda a los refugiados. Eso y que todos los voluntarios fueran jóvenes (y no señoras con perlas que te hacen pensar que se enriquece a tu costa) me hizo confiar en la organización. Primero me enseñó una foto y me preguntó si sabía que era. Parecía un aparcamiento lleno de coches, pero obviamente no lo era. Así que respondí «casas». Me dijo que no iba desencaminada, que era un campo de refugiados a donde mandan a la gente. Y una vez allí se encuentran con que no tienen ni agua ni comida ni un techo para refugiarse. Acnur se ocupa de mandarles unas tiendas de campaña, que eran esas "casas" que parecían coches en la foto, y también de cuidar la salud de los niños. Sacó entonces un medidor de brazos. Me dijo que un niño de aquí con 10 años su brazo es «así» (no se cuantos centímetros de diametro, pero marcaba la zona verde). Después me dijo que los de allí lo tenían «así», más o menos como dos dedos nuestros. Marcaba la zona roja, que significa peligro de muerte. Cuando Acnur ve un caso así le administran una bolsita con vitaminas que tiene 500 calorías. Con esto consiguen que en 15 días el niño engorde hasta entrar en la zona verde y así sale del peligro de muerte. Esas bolsitas solo cuestan 30 centimos, así con 10 euros al mes se puede salvar la vida de un niño refugiado.
«¿Colaboras?», me dijo. ¿Cómo no?
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