jueves, 11 de noviembre de 2010

Terror en el Far West

Después de un largo viaje a traves de las fronteras lingüisticas nos adentramos en un poblado vaquero de peliculas del oeste. Parecia un pueblo fantasma, pero en sus casas colgaba ropa y en la calle se oian pajaros. Sin embargo, no vimos a nadie, a parte de los administrativos del ayuntamiento hasta el día siguiente. A pesar de no cruzarnos con ningun habitante, las habitaciones estaban llenas, y nos ospedamos en la estacion de tren. Después de una noche revitalizante en una morada mejor que la que nos habiamos imaginado en un principio, nuestro reloj del estomago nos guió por un sendero de tostadas recien hechas hasta que llegamos al saloon. Por fin conocimos a nuestros vecinos; a la pitonisa, a la costurera, al enterrador.... y nos dispusimos a reecargar las pilas para afrontar el duro día que nos esperaba.

Así, viajamos por todo el mundo esquivando estampidas, jugando con los caprichos del dios Baco a las orillas del mediterraneo, vimos como sobrevolaba un cóndor y nos refugiamos en el templo del fuego en Mexico. Después fuimos a China donde descubrimos a un misterioso dragón y sucumbimos ante las exigencias de un grupo sectario de vampiros. Descubrimos las selvas polinesias y visitamos una reserva de dinosaurios, a pesar de que los creiamos extintos. Fuimos a trabajar a la mina pensando que después de eso podríamos estar tranquilos, pero unos zombies nos atacaron y tuvimos que escapar en el tren.

Al regresar al hotel, con ganas de dormir durante toda la noche, nos topamos con que el destino tenia otros planes para nosotros. El alcalde ya no queria que trabajaramos en la estacion de tren, y nos trasladaron a la casa del dentista, que resulo ser un edificio mucho mas tenebroso con telas de araña y vistas a un cementerio, que al anochecer parecia cobrar vida. La casa del dentista acogía a los huespedes con la mayor de las acogidas posibles para una casa llena de almas en pena bajo el nombre de Hotel Burn. 

A las 20.00, ya de noche, el edificio por si mismo atraia todas las miradas de los residentes en Sullivan city, pero solo unos pocos tendrian la osadia de pasar alli la noche. Unos pocos, que por haber sido repudiados de sus casas originales no tenian mas remedio que pernoctar alli para refugiarse del duro frio de noviembre. Nos adentramos por aquel pasillo lleno de telas de araña, fotos antiguas, alfombras torcidas y niebla espesa. La habitación también presentaba un aspecto amenazador, con los espejos rotos llenos de sangre y una silla electrica que contaban algo de lo que habia ocurrido. La escasa luz de las velas era suficiente para ver los horrores que alli se habian padecido. 

Después de compartir nuestras primeras impresiones con los demas huespedes, una niña con la cara ensangrentada se apodero de nuestra cama. La luz se apagó complentamente y los gritos empezaron a brotar de cada puerta de nuestro pasillo, a la vez que nosotros nos acurrucabamos en una esquina de la habitación. Reagan se fue, pero nosotros no pudimos hacer otra cosa que refugiarnos en la cama, esperando horrorizados, a que los demás seres del hotel Burn aparecieran delante nuestra. Lily la vampiresa se encaprichó con mi muñeca, y nos pidió amablemente que no nos resfriaramos pues no le gusta la sangre con mocos.Vladimir nos mostró su lado más amable, aunque la parte bipolar afloró por unos segungos. El fantrasma de la opera nos contó la historia de su desgracia. Un buho sobrevoló nuestras cabezas. Una ensangrentada Carrie se limitó a mirarnos con sus ojos de posesa y nos separó, de modo que el terror invadió cada milimetro de nuestra piel. El enterrador tiro todas nuestras pertenencias por el suelo, mientras que la sirvienta se colaba en por la puerta, para gritarnos más tarde. Morgana, la bruja, nos pidió ayuda para crear una poción, aunque no teniamos otra opción, de otro modo nos hubiera matado. El botones, lejos de disculparse por el comportamiento de sus amigos, ayudaba a los demás a hacer terrorifica esa noche. Un vaquero del lejano oeste que no hablaba, el cortacabezas y un loco recien escapado del manicomio también pulularon por la intensa niebla del pasillo. 

Cerca de las 2.00 los no-muertos nos obligaron a salir al cementerio. Todos les seguimos, a pesar de que temiamos que fuera nuestro fin. En cambio, nos hicieron participes de sus fechorias e invocamos a los espiritus. Así, con una danza al son de Thriller, se despidieron y volvieron a sus tumbas. Los huespedes nos sentimos libres y pudimos volver a nuestras camas, esta vez, solos. ¿O tal vez no? 
 
 
(Esta historia está basada en hechos reales, aunque la realidad está ligeramente alterada. El relato corresponde a un fin de semana en el Hotel Gold River de Port Aventura en los meses en los que celebran Halloween).
 
 
Primera parte  de siete de la grabación de una noche en el Hotel Burn en 2007 aqui.

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