He pasado de ser «una niña zarangotina» –como me decía mi ama– a la que no e gustaba comer nada que no fuera pasta a ser toda una foodie. Bueno, no soy una foodie en toda regla porque sigo sin comer ciertas cosas, pero como casi de todo, me gusta experimentar y si voy a un sitio nuevo trato de no irme sin probar la comida y/o bebida típicas.
Hasta hace bien poco comía porque si no te mueres, pero poco a poco he aprendido a disfrutar con la comida. Está claro que el comer todos los días de tupper ayuda a que cuando pillo un plato preparado con mimo el fin de semana me hagan chiribitas los ojos.
Creo que esta afición a "allí donde fueres haz lo que vieres" empezó en Bulgaria, que fui por la cara, y me invitaron a to-do. Así que cuando me ponían todos los días como entrante, de comida y cena, la ensalada shopska me parecía una falta de educación dejarla en el plato. Empezaba con el queso feta que era lo único que me gustaba, seguía con el pimiento verde que aunque estaba crudo era comestible, y luego me invadía la duda de si tirar por el pepino o por el tomate. Al final terminó por gustarme el pepino, tanto que ahora soy capaz de comermelo a mordiscos tal cual. Y atención, porque me he obligado a comer tomate de vez en cuando, por eso de los antioxidantes, que una ya no es tan joven, y oye, que ya no me parece tan desagradable.
Hasta hace bien poco comía porque si no te mueres, pero poco a poco he aprendido a disfrutar con la comida. Está claro que el comer todos los días de tupper ayuda a que cuando pillo un plato preparado con mimo el fin de semana me hagan chiribitas los ojos.
Creo que esta afición a "allí donde fueres haz lo que vieres" empezó en Bulgaria, que fui por la cara, y me invitaron a to-do. Así que cuando me ponían todos los días como entrante, de comida y cena, la ensalada shopska me parecía una falta de educación dejarla en el plato. Empezaba con el queso feta que era lo único que me gustaba, seguía con el pimiento verde que aunque estaba crudo era comestible, y luego me invadía la duda de si tirar por el pepino o por el tomate. Al final terminó por gustarme el pepino, tanto que ahora soy capaz de comermelo a mordiscos tal cual. Y atención, porque me he obligado a comer tomate de vez en cuando, por eso de los antioxidantes, que una ya no es tan joven, y oye, que ya no me parece tan desagradable.
El mejor tomate que me ha sabido –y aquí está el quid del post– lo comí en una despedida en la que nos pusimos como el kiko y no bebiendo precisamente. Le echaron aceite y albahaca y ummm…
La comida la hicimos en el ¿restaurante? Kixkurre de Zaldibi. Lo pongo con interrogantes porque creo que en realidad no es un restaurante, sino un bar-tienda donde pruebas los productos y luego los puedes comprar. Los productos son de los agricultores locales que forman la asociación Lur Lan, todos ecológicos, hasta la cerveza. Nos daba tanta pena que sobrara comida que la chica nos la puso muy amablemente en tuppers para llevarnosla.
Nos puso: embutido variado, espárragos, aceitunas, ventresca, pimientos rojos, anchoas, guindillas, paté de cerdo, ensalada, tomate, queso de un montón de tipos, membrillo y nueces. Y para beber elegimos cerveza tostada y vino tinto.
Os dejo una foto para que veáis que pinta de comida. Eramos cuatro y os aseguro que comimos un montón, demasiado, y sobró. Según nos dijo suelen preparar picnics fuera del bar a partir de 10 personas pero con nosotros hizo una excepción. De precio creo que rondaba los 20 euros, pero no estoy segura porque nos hicieron precio para toda la despedida con actividades incluidas.
Aquí el contacto porque de verdad que merece la pena. Todos coincidimos en que, aunque lo pasamos genial en las actividades, lo mejor del día fue la comida.
Centro Goizane
Barrio Olaeta 6
20247 Zaldibia (Gipuzkoa)
Tel: 943 161 244
Mail: info@kixkurre.com