Estoy sola. No estoy sola pero estoy sola. No tengo un brazo que me rodee firmemente sin pedirlo. No tengo quien me mire en silencio mientras lloro y, sin decir nada, diga que me entiende. No tengo quien me haga sentir bonita al mirarme al espejo. No tengo quien me necesite, ni quien reclame mis besos, ni quien agradezca mis caricias, ni quien me arranque una risa. No tengo quien me diga, «no importa, nadie es perfecto».
Tengo a quien piensa que estoy bien, porque sonrío. Tengo a quien le digo que estoy triste, pero me dice que me anime, que pasará. ¿Pasará el qué? Sigo sintiéndome sola. Tengo quien me manda un abrazo en la distancia y es caliente un segundo, nada más.
Entiendo a quienes gritan de desesperación pero nadie les oye. Un día se van y todo el mundo se sorprende. Gritó y gritó, pero nadie le escuchó. La historia que siempre se repite. Se ha cortado las venas, pero en horizontal, es para llamar la atención. ¿Y si es atención lo que necesita para no cortar en vertical la próxima vez?
Somos humanos, necesitamos calor. Sin él nos sentimos solos rodeados de gente.
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