Eurovisión nos puede gustar más, menos o nada. Podemos
verlo o no, pero para quienes rondamos las redes sociales es difícil no
enterarnos de ciertas cosas, como del gallo de Manel Navarro que sirve
de inspiración para decenas de chistes, y solo por aguantar el chaparrón
ya merece mi respeto el chaval.
Hablando con unos amigos del tema, recordamos que “Bailar pegados”
fue eurovisiva, que Céline Dion se hizo famosa por participar con Suiza,
que Gisela (concursante de la primera edición de Operación Triunfo)
cantó en inglés y catalán por Andorra, que Finlandia ganó con unos
monstruos heavys y que Rusia envió a t.A.T.u., antes mundialmente
conocidas.
Seguramente muchos habrán bailado “Euphoria” (Loreen) o “Heroes”
(Måns Zelmerlöw) en cualquier bar sin saber que fueron ganadoras del
festival. ¿Y qué me decís de Abba? Tiene su propio museo en Estocolmo y
es el grupo sueco más representativo aún hoy. A vueltas con Eurovisión,
sobre Abba he sabido algo que no conocía, aunque ya tuvo repercusión
cuando la noticia salió a la luz.
Una de sus integrantes, Frida Lyngstad, nació fruto de un experimento
nazi. Himmler planeó emparejar a soldados nazis con mujeres noruegas
rubias y con ojos azules con el fin de «mejorar la genética de sus
descendientes». Así, es hija de Synni Lyngstad y el sargento Alfred
Haase. Al terminar la II Guerra Mundial, Synni huyó a Suecia para evitar
represalias y murió joven. Ya adulta, Frida descubrió que era una de
las conocidas como “niñas de Lebensborn”, al igual que otras 20.000.
Algunas crecieron con el estigma de ser hijas del nazismo.
Publicado en GARA