Recuerdo cuando conocí a un hombre (cuyo nombre no puedo decir) que era el vivo retrato del periodista típico que había formado en mi mente. Lleno de tópicos. Era un hombre alto y delgado, de mediana edad. Sus dedos eran ágiles y los movía constantemente. No era guapo pero tenía un punto atractivo detrás de su aspecto rudo. El pelo rizado sin peinar, ojeras y un abrigo largo. Fumaba y tomaba café a todas horas, tenía la voz ronca y hablaba en alto mientras escribía. No era amable, pero resultaba extremadamente tierno si se lo proponía. ¿No os lo imagináis sentado en una mesa frente a su maquina de escribir jurando en hebreo por no saber cómo empezar a rellenar esa página en blanco? Cuando yo lo conocí usaba ordenador, pero no me costó pensar en él años atrás. Él es el prototipo de periodista de novela de Stephen King, el único que he conocido así.
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