Acaba de celebrarse la segunda convocatoria de los examenes de selectividad en Euskal
Herria, y no puedo evitar ponerme en la piel de todos esos chavales
que les ha tocado
pasar la prueba este año. Recuerdo aquel junio de 2005
perfectamente. Tuvimos el primer examen el 8, el día que cumplía 18
años, un miércoles.
Había dedicado todos mis esfuerzos a estudiar para
los primeros exámenes, lengua y filosofía. Especialmente más la segunda
materia, porque lengua era más práctico. También porque al tener
que elegir entre historia y filosofía todos, todos los alumnos, elegimos
filo, así que la profesora de historia no se lo tomó demasiado bien
y nos puso un examen final bastante difícil. Así, no había podido
dedicar demasiado tiempo a los filósofos.
Nuestra profesora de filo repitió como mil veces
que por estadística nos tocaría Descartes o Witgestein. No recuerdo
en qué consistía la ideología de Descartes, pero me lo sabía muy
muy bien. En cambio, a Witgenstein no lo entendía demasiado. Sin embargo,
confiaba en que nos iba a tocar Descartes. Pero no, nos tocó Witgestein
y se me cayó el mundo encima. Por suerte, aunque tengo malísima memoria
a largo plazo (es decir, que todo lo que estudio un día antes se me
borra), mi cerebro es como una esponja cuando me cuentan algo que entiendo,
y soy capaz de repetirlo, y hasta explicarlo con mis palabras en las
próximas horas.
Hacíamos el viaje todos los alumnos juntos ha la
universidad de Donostia, así que alguien que sí entendía a Witgenstein
me dio unas lecciones básicas en los 45 minutos de trayecto. Y fue
lo que escribí en el examen. Hablé de la dialéctica, y en el articulo
de opinión defendí la tesis de la importancia que tienen las palabras.
Ni yo misma sabía lo que decía, pero saqué un "cinco-punto-gracias".
El examen de lengua tampoco fue tan fácil como
pensaba. Me pusieron algo así como un 6, todo por culpa de que a nadie
se le ocurrió que era más que probable que el tema principal sería
El Quijote, por su 400 aniversario de su publicación. Aun así, pensaba
que el examen lo había hecho peor que el 6 que me pusieron.
Volví a casa muy desanimada. Los dos exámenes "medio fáciles" no los había hecho muy bien, y los del segundo
día eran los que yo consideraba difíciles, y ni siquiera había empezado
a estudiar los tochos de hojas de materia. Pasé mi primer día de edad
adulta oficial entre papeles, hasta que me desespere, lo di todo por
perdido y me puse a ver Perdidos (luego supe que no había sido la única
que estuvo viendo aquellos primero capítulos que luego me engancharon
por varios años). Me tomé una tila doble y me fui a la cama, por lo
menos tenía que dormir.
El jueves estaba soleado pero yo tenía un nubarrón
encima de la cabeza. Latín, Arte y Geografía, nada menos. Eran las
asignaturas opcionales, así que la mayoría de la clase repasaba matemática,
biología, física o química. Y fue cuando me di cuenta: cuando te
gusta algo no hace falta machacarlo tanto! y el arte me gusta mucho,
la geografía algo menos y la parte de historia romana de latín no
está mal, así que resulta que me sabía más materia de la que pensaba.
Mi alegría fue en aumento cuando abrí el examen.
A la vez que mis compañeros de la rama de ciencias resoplaban desesperados
porque justamente les había caído la única parte de materia que no
habían podido dar en clase (craso error), los de la rama de letras
mostrábamos el pulgar en alto a las profesoras que esperaba en el exterior
del aula. Las conjugaciones de latín las teníamos chuleteadas en el
diccionario –todos nosotros, por recomendación expresa de la profesora–
y la parte teórica era algo de mitología, que a estas alturas debéis
saber que me apasiona.
En geografía debíamos explicar una pirámide demográfica
donde, si no me equivoco, se veían los estragos del crack del 29. Muy
muy fácil. La otra pregunta era sobre la Unión Europea: los estados
miembros y sus años de ingreso, los que estaban a la espera, los acuerdos
europeos como Maastrich y Versalles… y debíamos escribir el nombre
de cada país miembro sobre el mapa. Este paso me pareció de chiste
porque, eso no se aprende en EGB?
Y qué decir del examen de arte. Seguramente podría
haber rascado puntos fuera cual fuera el tema, pero no me esperaba que
justamente nos pusieran los dos más fáciles juntos. En la primera
pregunta había que explicar el arte clásico, y en la segunda había
una foto de una catedral. Debíamos identificar de qué estilo era y
explicarlo, y si sabíamos el nombre mejor. Era gótica. El arte clásico
y el gótico, para mi, son los más fáciles de describir, así que
no me supuso mayor esfuerzo.
Mientras volvíamos en el autobús algunos estaban
derrotados, otros sonreíamos satisfechos. Y fue cuando decidí que
la selectividad no era para tanto, que la dificultad era más los nervios
que el propio examen.
El último día ni siquiera hablamos de la materia
en el autobús hacia el examen. Estabamos relajados, tocaban euskara
e inglés, los más fáciles, aquellos que en nuestro caso servían
para subir nota. Nuestro centro de estudios era una ikastola y en Gipukoa,
por lo tanto el nivel de euskara en general era bueno. Seguramente para
aquellos que estudiaban en modelo B en otra provincia lo tendría más
difícil. El de inglés tampoco nos daba miedo. La mayoría de nosotros
llevaba estudiando inglés en clases particulares desde niños, luego
la materia que dábamos en la ikastola era muy básica en comparación.
Estos exámenes fueron tan fáciles que cuando terminé pensé que había
hecho algo mal. Mi gusto por la escritura me hizo escribir un par de
textos larguísimos, pero cuidados, por lo que no realicé demasiadas
faltas.
Ese mismo día empezaban las fiestas de mi barrio,
era el primer día que iba a beber legalmente e iba a celebrar mi 18
cumpleaños. Y lo hice por todo lo alto. Ese día empezó una historia
que duró varios años, y a pesar del alcohol recuerdo muy bien que
fue de forma un tanto peculiar, fue una noche surrealista, y que ahora,
desde la distancia, me da la risa. La recuerdo con ternura.
También recuero que me daba mucha pena separarme
de mis compañeros. Hasta de aquellos compañeros con los que durante
años apenas crucé palabra, pero los cambios asustan, ya se sabe. Cada
uno iría a parar a una universidad, no sabíamos que sería de nosotros
a partir de el día que recibiéramos las notas. Mi mayor miedo era
que no me llegara la nota para estudiar periodismo, porque no tenía
ninguna opción que pidieran menor nota que un 5,9 ruinoso. Aun a sabiendas
de que había bordado un par de exámenes, pensaba que había otros
cuantos desastrosos y que la media no sobrepasaría ese 5,9, o incluso
el 4 que se necesita para aprobar la selectividad.
Nos reunimos varios amigos en casa de una de nosotras,
y uno a uno fuimos introduciendo nuestra clave. Llegó mi turno, vi
un 7,2, salté y le di un golpe con la cabeza en la barbilla a un amigo,
me puse a llorar de la emoción y después me senté en una esquina
porque hiperventilaba y me estaba mareando. Así soy yo, siempre tan
exagerada.
Para terminar este mega relato, me traslado al día
en que tuve que hacer la matrícula. Como sabréis tienen preferencia
aquellos con mejor nota. Al hacer la media con la nota de todo el curso
me quedó un 6,8, creo (subí la media con la tan "temida"
selectividad) así que no fui de las primeras, ni de las últimas. En
la cola esperaba con Beñat mientras mirábamos agónicamente las pantallas
donde se veía como, a medida que la gente se iba apuntando a las carreras,
el número de plazas bajaba. Los dos nerviosos, a pesar de que quedaran
el 80% de las plazas todavía. En esas que se nos acercó otra compañera
con un gran dilema: ella quería estudiar química, pero como pensaba
que no le llegaría la nota se había hecho a la idea de que haría
biología. Resulta que a escasos minutos de que le tocara hacer la matrícula
sí quedaban plazas para química. Tras unos minutos decidió que haría
biología, que había pasado demasiado tiempo autoconvenciendose y que
en ese momento era lo que quería.
También nos tocó el turno a nosotros, Beñat entró
e hizo la matrícula para Bellas Artes. Yo entré e hice la matrícula
para Periodismo. Y volvimos a casa con los deberes hecho, un largo verano
por delante y una aventura de 4 años a la vuelta de la esquina. Y esa
aventura también la hicimos de la mano :)
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