Hoy quiero presentaros a Pirata. Podía llamarse Angelito o Nube de Azúcar, pero no. Se llama Pirata y actúa como un pirata. Es un poco travieso, digamos. Tenemos una relación de amor odio. Más que como madre e hijo, somos como hermanos. Nos mimamos, nos hacemos arrumacos, pero pronto estamos peleando. Le toco los bigotes, me muerde la nariz. Y así siempre. Pero en el fondo nos queremos mucho.
La verdad es que no le pusimos Pirata por cómo llego a nosotros, pero el nombre le viene bien. El julio pasado hubo una tormenta muy fuerte en mi pueblo, una tormenta de verano de esas con truenos y gotas gordas. Medio pueblo se quedó sin luz y una calle se inundó. Yo tenía fiesta ese día y estaba tomando algo con mi Árbol en un bar. A oscuras. Sin música, todos los clientes se pusieron a hablar de un tema random que me interesaba más bien poco, así que decidí visitar a mi madre en su trabajo. Ella no estaba a oscuras, pero la tienda de enfrente, que es de una amiga, sí. Fue casualidad que yo estuviera allí cuando la amiga entró corriendo en la tienda de mi madre gritando, «hay un gato, hay un gato».
A ella le daba un poco de repelus por si le arañaba. Evidentemente pensó que era un gato adulto. Entramos en su tienda a oscuras e hicimos ruido para espantar al animal. De repente un gatito pequeñito y negro salió disparado hacia fuera, directo a la carretera. Gritamos y del susto tiró para el otro lado y se chocó contra la puerta de otro negocio. Conseguí cogerlo. El pobre tiritaba y yo lo tapé como pude sin importarme que fuera un gato callejero y que no sabía ni lo que tenía. Me daba igual.
La chica del negocio contra el que se estampó al verlo dijo, "qué asco, un gato, y encima negro". La amiga tampoco quería acercarse. Entonces comprendí que la vida de ese animalito dependía de mi. Nosotros no queríamos más animales. Ya teníamos bastante con Izar, nuestro conejo gordo, y es que a mí personalmente los gatos no me hacen mucha gracia. Dejé al gato con mi madre en una caja y fui en busca de mi Árbol que ya se estaba impacientando y le dije, "tienda, gatito, mojado", o algo así. Al principio era reacio, pero vino conmigo. No sabíamos qué hacer con él. Al final llamamos al grupo que gestiona las colonias felinas del pueblo y nos dieron el número de la protectora, pero allí dijeron que estaban completos, que si podíamos tenerlo unos días.
Ya no podíamos soltarlo, porque si lo hacíamos éramos los malos. Estabamos obligados a llevarnoslo y nadie nos daba ninguna otra solución: o te lo llevas o lo abandonas y eres la peor persona del mundo. Así que nos lo llevamos. Mi intención era darle atención urgente y después buscarle una casa, ya que nos . Tenía claro que la protectora no nos iba a dar ninguna solución: si se lo han llevado a casa que se lo queden, o algo así debieron de pensar sin tener en cuenta nuestra situación personal. Pero bueno, yo ya le había encontrado un nuevo dueño cuando llegué a casa para darle la noticia a mi Árbol y me dijo, «estoy pensando que podría ser amigo de Izar».
La verdad es que no le pusimos Pirata por cómo llego a nosotros, pero el nombre le viene bien. El julio pasado hubo una tormenta muy fuerte en mi pueblo, una tormenta de verano de esas con truenos y gotas gordas. Medio pueblo se quedó sin luz y una calle se inundó. Yo tenía fiesta ese día y estaba tomando algo con mi Árbol en un bar. A oscuras. Sin música, todos los clientes se pusieron a hablar de un tema random que me interesaba más bien poco, así que decidí visitar a mi madre en su trabajo. Ella no estaba a oscuras, pero la tienda de enfrente, que es de una amiga, sí. Fue casualidad que yo estuviera allí cuando la amiga entró corriendo en la tienda de mi madre gritando, «hay un gato, hay un gato».
Pirata el 8M, apoyando a las mujeres |
La chica del negocio contra el que se estampó al verlo dijo, "qué asco, un gato, y encima negro". La amiga tampoco quería acercarse. Entonces comprendí que la vida de ese animalito dependía de mi. Nosotros no queríamos más animales. Ya teníamos bastante con Izar, nuestro conejo gordo, y es que a mí personalmente los gatos no me hacen mucha gracia. Dejé al gato con mi madre en una caja y fui en busca de mi Árbol que ya se estaba impacientando y le dije, "tienda, gatito, mojado", o algo así. Al principio era reacio, pero vino conmigo. No sabíamos qué hacer con él. Al final llamamos al grupo que gestiona las colonias felinas del pueblo y nos dieron el número de la protectora, pero allí dijeron que estaban completos, que si podíamos tenerlo unos días.
Ya no podíamos soltarlo, porque si lo hacíamos éramos los malos. Estabamos obligados a llevarnoslo y nadie nos daba ninguna otra solución: o te lo llevas o lo abandonas y eres la peor persona del mundo. Así que nos lo llevamos. Mi intención era darle atención urgente y después buscarle una casa, ya que nos . Tenía claro que la protectora no nos iba a dar ninguna solución: si se lo han llevado a casa que se lo queden, o algo así debieron de pensar sin tener en cuenta nuestra situación personal. Pero bueno, yo ya le había encontrado un nuevo dueño cuando llegué a casa para darle la noticia a mi Árbol y me dijo, «estoy pensando que podría ser amigo de Izar».
Y con esa intención nos lo quedamos, le pusimos Pirata como si hubiera venido navegando en la riada y le presentamos a Izar. Al principio parecía que Pirata le tenía miedo, pero a medida que empezó a crecer todo cambió. Hoy en día es una pantera que intenta cazar a su presa, que es tan grande como él y le deja la boca llena de pelos. Pirata lo hace jugando, pero es muy bestia e Izar es ya un viejito que solo quiere mimos. Así que lo tiene estresado. Intentamos no juntarlos demasiado y hacerles mimos por separado.
Pero a Pirata, en sus primeros 6 meses de vida –el veterinario dijo que habría nacido en mayo– le pasó de todo. Pensamos que el día que lo rescaté tenía que haber muerto y yo hice que esquivara su destino, y ahora la muerte le persigue. O eso, o ya ha gastado algunas de sus siete vidas. Porque se dice que los gatos negros dan mala suerte, pero en este caso la mala suerte la tiene él.
Al poco de llevarlo a casa nos fuimos de vacaciones y una conocida miembro de la asociación felina local lo cuidó. A la vuelta nos dijo que se estaba recuperando de una neumonía. Seguramente se enfrió el día que lo encontramos, con la lluvia. Dice que no dejaba de toser y que tenía mala pinta, así que lo llevó al veterinario y le dieron antibióticos.
A nuestra vuelta empezó a hacer cacas blandas y tenía la tirita hinchada, así que le tuvieron que dar medicinas para los parasitos. Otro día mi Árbol estaba en casa y escuchó unos maullidos muy fuertes que venían del pasillo, y al salir se encontró a Pirata colgando de un dedito que se le había quedado enganchado en el radiador. Puntos y antibiótico. Después le esterilizamos, otra vez medicinas. Y del último susto nos estamos recuperando todavía pues un día lo vimos especialmente apático. Pensé que estaba siendo demasiado bueno, que no mordía ni arañaba ni tiraba nada ni apenas se movía. Solo quería estar tumbado y calentito. Le acaricié y ronroneaba, pero cuando le tocaba la tripa se enfadaba mucho y me mordía fuerte, no jugando. Así que llamé al veterinario. Debe de ser el gato más famoso y rentable de la consulta. Dijo que seguramente tendría algo en la vejiga, y que controláramos si hacía pis, porque si no hacía podía ser grave.
Le dieron un analgésico y un anibiotico, y otra vez desparasitante (porque dijimos que se tiraba muchos pedos, y al parecer eso no es normal en los gatos). Le tenían que durar cinco días y si después volvía a ponerse malo le tendrían que hacer placas para ver si era algo peor. Al quinto día se sintió otra vez malito, estaba muy tristón, apático, y al final vomitó (pensamos que por tanto antibiótico). Parecía que se encontraba mejor, pero seguía débil. Ese día le dejamos dormir en nuestra cama por primera vez. También fue la última, porque al día siguiente estaba totalmente recuperado y ya no paraba quieto. Desde entonces está bien y cruzamos los dedos para que solo visitemos al veterinario para las revisiones, porque creo que ya ha cubierto el cupo de enfermedades, accidentes y sustos varios.
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