Albóndiga asesina |
Dicen que la luz al final del túnel es real, que la gente que tiene una experiencia cercana a la muerte ve un brillo blanco al fondo, mientras su vida pasa ante sus ojos. Yo os voy a contar mi experiencia, que si no fue cercana a la muerte poco le faltó. Un mediodía feliz de domingo estaba comiendo con mis padres en la sala, como acostumbrábamos a hacer los fines de semana. A mis 12 años yo era una lenta comiendo, aún más que ahora, así que cuando mis padres terminaron empezaron a recoger las cosas en la cocina. Aburrida de estar sola decidí comerme las albóndigas de mi plato en pedazos más grandes. De repente, media albóndiga se quedó a mitad de camino entre mi garganta y mi estomago. Me faltaba el aire. Intenté beber agua, pero perdí el conocimiento justo en ese momento y al vaso cayó al suelo.
Estaba en una piscina o el mar, no lo sé. Era azul oscuro y no había ruido. Yo nadaba en dirección a la superficie, pero estaba muy lejos y notaba como si no fuera a llegar. Me estaba ahogando. Cuando estaba a punto de rendirme, subí muy rápido, como si me hubieran puesto torpedos en los pies, y salí del agua respirando una gran bocanada de aire. Abrí los ojos para ver dónde estaba. ¿El escudo del Athletic colgando en la pared? no, eso no era ni el mar ni la piscina. Mi padre me agarraba de la camiseta y mis pies casi colgaban en el aire, mi madre me miraba con cara de susto y entonces entendí que la maldita albóndiga casi me mata. Me puse a llorar y a reír a la vez, pensando en que si no se me llega a caer el vaso hubiera tenido una muerte ridícula digna de los premios Darwin.
Eso sí os digo; ahí no hubo ni luz al final del túnel ni vida pasada ante mis ojos. Misterio resuelto.