Cuantos más periodistas conozco más tópicos de
nuestra profesión salen a relucir.
-La relación entre los periodistas y los fotógrafos
es de amor odio. Nosotros los necesitamos a ellos para ilustrar nuestros
textos, y ellos nos necesitan a nosotros para decir con palabras lo
que no pueden decir con la imagen. Pero al final los dos creemos que
nuestro trabajo es el más importante de los dos, y terminamos enfadados,
porque no han fotografiado lo que necesitamos nosotros y porque no tratamos
con respeto sus fotos ellos. Nos llaman plumillas, y nosotros a ellos
foteros.
-Son muy divertidas las presentaciones de exposiciones.
Muchas veces los convocantes, especialmente si son nuevos cara al publico,
no saben qué decir sobre su trabajo y terminan soltando «no sé, lo
mejor es que me preguntéis vosotros». ¿Qué quieres que te pregunte
ni no sé ni lo que haces, cariño? así que improvisas: «¿Qué trayectoria
tienes?, ¿cuál tu próximo proyecto?» y demás clichés.
-Empieza a responder y sacas la grabadora. «Ay,
no me grabes, que me da vergüenza…», y ahí estamos de pie, en medio
de una sala con cuadros colgando escribiendo a velocidad de la luz cosas
que después no podremos entender. «Vamos a ver, o me dejas grabarte
o hablas más despacio, porque de momento memoria de elefante no tengo».
Y así, hay alguno que te deja grabarle, y entonces se repite la situación,
solo que esta vez te las apañas para sostener la grabadora entre los
dedos meñique y anular de la mano que sostiene el cuaderno. ¿Por qué
a nadie se le ocurre sostener la grabadora?
-Llega el momento del fotero. El convocante posa.
«Ay, me da vergüenza… espera, que cojo este cuadro». Y el resultado
es una cara seria forzada escondida detrás de un cuadro desenfocado.
-Y ya estamos al final pero no podemos irnos sin
que suelten la frase más repetida: «¿Esto cuándo sale?».
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