Nunca pensé que una columna con un tema tan ameno tuviera una sombra tan larga. "Sexilio", de Alberto Pradilla, se publicó el 16 de enero y desde entonces ha dado mucho que hablar. 'Sexilio' es un concepto que se utiliza en el libro "Sexual Herria" de Itziar Ziga, y a mi parecer es muy acertado. Representa, de alguna forma, la actividad sexual que hay fuera de nuestra tierra. Desde que leí a Pradilla he participado en debates muy entretenidos sobre este tema con diferentes amigos y siempre hemos terminado resignándonos a la realidad, y concluyendo que de vez en cuando un viaje de esos de "lo que pase en X, se queda en X" no viene nada mal.
Al leer la columna coincidí totalmente con cada punto mencionado. En Euskal Herria presumimos de ser modernos, de que tenemos la mente abierta a muchas cosas. Y en cierto modo es así, somos tolerantes con casi todo, pero nuestra gran tarea pendiente es el sexo. Será que somos fríos pero a mi me gusta llamarnos simplemente 'mozolos'. El resultado es el mismo: no ligamos.
La cultura de las cuadrillas, los chicos con los chicos y las chicas con las chicas, ha hecho mucho mal. Si alguien se sale de ese esquema, o es gay o una marimacho. Pero en los grupos de amigos mixtos tampoco lo tienen más fácil, porque los amigos son intocables, y nos saltamos otro concepto muy interesante que está muy extendido en el extranjero: 'follamigo'. Sexo sin compromiso con tu colega y, lo mejor, al día siguiente todo sigue siendo igual! Pero aquí pasa que nos comemos demasiado la cabeza, y para evitar líos seguimos siendo unos 'mozolos'.
Pero somos muy modernos, oye! siempre que el trato nos beneficie estrictamente a nosotros y no nos suponga ningún problema, claro. Cuando es nuestra vecina (especifico género) la que disfruta plenamente de su vida sexual, sacamos a la palestra una infinidad de términos y argumentos convincentes para definirla: es una zorra, guarra, puta, facilona, fresca... Y así es, amigos. Él es un cabrón, ella es una zorra, pero ya nos gustaría a todos vivir la vida como ellos.
También existe otra barrera mental en este embrollo. Y es que el cabrón y la zorra empiezan a sospechar lo que dicen de ellos, y aunque al principio no les importe, pronto pasan a sentirse cohibidos, y en lugar de promover la "revolución sexual" para que todos seamos felices, los moralistas absorbidos por los valores tradicionales que somos, conseguimos que ellos se pasen al lado oscuro y dejen de ser felices sexualmente. Eso sí, los estigmas les quedarán pasa siempre.
En cuanto al 'sexilio' (palabra que ya forma parte de mi vocabulario), existen diferentes tipos:
- A) el que sale de su pueblo y descubre un mundo nuevo. Sea porque fuera de nuestras fronteras el sexo es más libre, o porque las críticas que puedan haber nos importan más bien poco.
- B) el que sale de su pueblo y descubre un mundo nuevo, pero se niega a abrir su mente. Por lo cual, ni siquiera en el 'sexilio' lo disfruta.
- C) el que sale de su pueblo y descubre un mundo nuevo pero no se come una rosca. En cambio, cuando vuelve dice que se ha puesto las botas.
- D) el que sale de su pueblo y descubre un mundo nuevo, se pone las botas, pero por miedo a las críticas dice no haberse comido una rosca.
Podríamos decir que el principal promotor del 'sexilio' es el Erasmus, que por algo le llaman 'orgasmus'. Se supone que quien se va disfruta del 'sexilio' como nunca, tenga pareja o no. Está claro que los primeros no presumirán a la vuelta, pero ganarán experiencia. Claro que si los 'orgasmus' son del grupo D no sirve de nada, porque no tendrán capacidad de revolucionar Euskal Herria, al menos de esa forma.
Digamos que un 'orgasmus' euskaldun se vuelve mediterráneo imitando a sus amigos gaditanos a pesar de no tener esa chispa. Pero el 'orgasmus' tiene efectos secundarios, porque mientras el 'sexiliado' piensa en lo bien que se lo está pasando (cuando vuelva será judgado), el que se queda en tierra disfruta del momento también, ahoga sus penas en el 'sexilio' del pueblo del lado, que no es lo mismo, pero igualmente sirve (y nunca es sospechoso!).
Y por último están los viajes esos que he mencionado al principio, en los que los amigos se lo pasan en grande y además ayudan a que se creen fuertes lazos entre ellos por el tema del secretísimo. Esa complicidad que envidian los amigos que no han ido cuando dos que sí han ido se miran sospechosamente y se ríen. "¿Por qué no fui yo?, ¿qué ha pasado?, ¿han pasado cada noche en una cama diferente?, ¿se habrán liado entre ellos?".
Después de esta reflexión me quedo con la conclusión resignada de siempre. Somos así, qué le vamos a hacer. ¡Aguante el 'sexilio'! Aguante, porque si no, con esta panda de 'mozolos' y 'mozolas' no vamos a ninguna parte. Me incluyo en el termino 'mozola', que conste.
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