martes, 17 de febrero de 2015

Tener un fondo de armario como el de Mortadelo

Publicado en Gara

Los carnavales se sitúan en mi Top 3 de fiestas del año, y ahora que estoy sin voz y con agujetas creo que los coloco en la pole. Hay quien tiene el sentido del ridículo demasiado desarrollado y no le gusta mucho eso de vestirse con colores estridentes y hacer el ganso. Hay quien utiliza el disfraz como forma de hacer un guiño a la actualidad -imaginemos Pequeños Nicolases, infectados de ébola y tarjetas opacas que rezaban «tá to pagao»-. En esos días nadie nos llama frikis por vestirnos como nuestros ídolos de la infancia y gritar eso de «kame hame ha!» apuntando con las manos a todo el que pasa. Qué fácil es crear un alter ego tras un disfraz y jugar a ser otra persona por un día.

Estos días he visto a familias enteras bajo un troncomóvil; cabras, de las de verdad, atadas a un banco mientras sus dueños tocaban el organillo en la puerta de un bar; reutilizar materiales para convertir, por ejemplo, un cubo de basura en un excelente Bender («Futurama»). Hablando de basuras, qué decir de esos cubos del puerta a puerta que participaron en un singular desfile el mismo día en que en Tolosa estallaba el jolgorio. Noé reclutaba animales en su arca, seguramente sabiendo que no pararía de llover. Vale que no estamos en Río de Janeiro y hay que cubrirse el cuerpo si no queremos pasarnos la semana próxima con un pañuelo pegado a una nariz más roja que la de Porrotx, pero incluso para los frioleros hay disfraces: ¡la de animales a base de buzos de pelo que podría reunir Noé en esa arca!

El gusanillo por el disfraz lo mantienen esos a los que yo llamo «los Mortadelo», que aunque cumplen años siguen esperando que lleguen esos días con impaciencia para disfrazarse con la cuadrilla, con la pareja o con la familia. Y es que dicen los tolosarras que la clave no es tener muchos disfraces, sino tener muchos complementos. Será verdad. Los expertos todavía tienen fuerzas, ganas e imaginación para salir hoy a la calle y bailar una samba más. O un aurresku o lo que les echen.