lunes, 13 de agosto de 2007

Elizabeth Bathory; la condesa sangrienta II

SU INICIACIÓN EN EL VAMPIRISMO

Cuando la Condesa se vio envuelta románticamente con algún extraño de ropas negras, de tez pálida, ojos oscuros y dientes anormalmente afilados, los pobladores de la villa, que creían en los Vampiros, tuvieron mas razones para temer del castillo de Csejthe. Debido quizá a la imaginación, se dice que aquel extraño era el mismo Drácula que había regresado de la tumba. Un día la Condesa regresó sola de un paseo al cual había salido con aquel extraño y algunas personas afirmaban que le habían visto en las comisuras de su boca señales de sangre. Cuando el Conde Nadasdy regresó, rápidamente perdonó la infidelidad de su esposa.

Una vez instalada firmemente en su castillo, Elizabeth Bathory experimentó nuevas depravaciones con la ayuda de Thorko, Ilona Joo (la nana de Elizabeth), las brujas Dorottya Szentes y Darvulia y el brujo mayor Johannes Ujvary, con su ayuda de Elizabeth Bathory capturaba jóvenes mujeres voluptuosas en su castillo y las llevaba a un cuarto subterráneo, que en realidad era una cámara de tortura, y las sometía a las peores crueldades de las que era capaz. Bajo el pretexto de castigar a sus sirvientas por realizar mal tareas triviales, Elizabeth Bathory usaba hierros de marcado, cera derretida y cuchillos para sangrar a las jóvenes. En una ocasión cubrió las vestiduras de una joven con miel y la dejó a la merced de furiosos insectos del bosque. Pronto la Condesa empezó a atacar a sus víctimas con sus dientes, mordiéndolas en el cuello, mejillas y hombros. La sangre se convirtió en una obsesión cada vez más grande para Elizabeth Bathory y continuó con sus torturas usando ahora navajas, antorchas y sus propios utensilios de tortura hechos en plata. Elizabeth Bathory fue una mujer de belleza excepcional, su largo y oscuro cabello contrastaba con la blancura de su piel, sus ojos ámbar tenían la mirada de un gato y su figura era voluptuosa. Era excesivamente vanidosa y su narcisismo la llevó cada vez más a las profundidades de la perversión.

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