jueves, 5 de abril de 2018

El tesoro de la imaginación

Soy periodista porque soy una copiona, y en este caso le copié la profesión a mi prima Olga. Ella es la persona que me vino a la cabeza cuando una vez vi un montón de libros en la basura, y tuve un impulso de llevármelos todos en la mochila. «Los libros jamas se tiran», es el mantra que he escuchado desde pequeña. En mi familia todos son aficionados a la lectura, pero en la casa en la que más libros he visto es en la de Olga. «Su tesssoro». 

Lo cierto es que es una mujer creativa –y un poco «gramanazi»–, y yo creo que también lo soy. Tal vez esa cualidad tenga que ver con el tipo de lectura que me gusta. No me avergüenza admitir que soy aficionada a la literatura juvenil, tal vez por su frescura y sencillez en el lenguaje, sin palabras rimbombantes. 

Resulta que la Universidad de Toronto ha realizado un estudio que sugiere que quienes leen relatos breves de ficción son más abiertos de mente que quieres prefieren los ensayos de no ficción. Estos últimos pueden ayudar a aprender sobre un tema, pero no invitan a pensar sobre el mismo. En cambio, la ficción nos mete en mundos con más o menos parecido con la realidad, pudiendo ser el protagonista un niño mago (“Harry Potter”), una mujer que se reencarna (“Maldito karma”) o un conejo (“La colina de Watership”). 

Me leí “El principito” ya mayor y hoy en día creo que debería ser el libro que todos los bebés reciban al nacer, que tenga su propio espacio en todas las habitaciones de Euskal Herria. Todo el mundo merece saber que una serpiente puede comerse a un elefante si se lo propone.

Publicado en Gara


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